jueves, 27 de marzo de 2008

Un sueño convertido en realidad

Unos meses antes del caos, mis familiares y amigos, decían hablando de mi; el esta muy bien, tiene una empresa de software. El “estar bien” en Colombia, significa tener una buena posición (de gerente para arriba), ganar un sueldazo (mas de 5 salarios mínimos) y tener un carro. Esto es un sueño para alguien que viene de abajo (estrato medio bajo o bajo alto, es lo mismo), con una educación académica lograda con gran esfuerzo, desde luego, en la nocturna, por que estudiar de día y que lo sostengan 5 o mas años en alimentación, transporte y vivienda es privilegio de unos pocos. En fin, tenia mi propia empresa, una empresa del sector del software. Sentía que estaba pasando la misma experiencia que vivió Bill Gates a crear Microsoft en el garaje de su casa. Lo que no había tenido en cuenta en ese momento, es que el garaje de Bill Gates era de una hermosa casa de una acomodada familia Norteamérica, rodeado de personas y conexiones poderosas de la industria tecnológica.

Desde muy joven soñaba con ser importante, tener poder y mucho dinero, estar rodeado de hermosas mujeres y tener el reconocimiento del mundo de ser una persona sabia en la toma de decisiones. Pero el ser empleado y ganar un precario salario no me iba a conducir al éxito que anhelaba, así que comencé a pensar en ideas de proyectos que me pudieran lanzar de forma rápida al mundo de los negocios. Por mi mente pasaron muchas ideas, algunas locas, otras imposibles, pero otras muy razonables que incluso hoy las tengo en el tintero para algún día poderlas realizar. Yo creo que es aquí donde comienza uno a diferenciarse de los que solo quieren un salario seguro y envejecer dependiendo de un empleador. Es la capacidad de soñar despierto en infinitas formas de tener éxito lo que hace que una persona se impulse por si misma a tomar riesgos y a liderar la aventura de crear una empresa. Los sueños combinados con mucha confianza en si mismo, un poco de dinero y algunos locos que se unan a tu causa pueden convertirte en un prestigioso empresario.

Es así como a mis 29 años, recién divorciado, en sexto semestre de Contaduría Pública, con una hermosa hija de un año, con una pesada carga económica y ganado un salario que no alcanzaba a llegar a los 2 salarios mínimos, di un salto en el vació y decidí crear una empresa. No me costo ningún esfuerzo convencer a mi mejor amigo en la universidad de que fuera mi socio; soñador empedernido, un gran ego, emprendedor, había tenido una empresa de fabricación de calzado y había quebrado, se encontrada sin empleo buscando oportunidades, era el candidato perfecto.
Yo tenía unos ahorros con los que realizamos todas las vueltas legales para constituir el negocio, tómanos una pequeña oficina en alquiler y compramos algunos muebles de segunda. Me acuerdo que vendí en una prendería mi argolla de mi disuelto matrimonio para comprar un par de sillas viejas y unos teléfonos usados. Limpiamos todo, un poco de pintura y listo, teníamos nuestra propia empresa.

Renuncie a mi antiguo trabajo y empecé a trabajar muy duro en mi nueva empresa. Al comienzo no sabía que hacer, había tantas cosas por realizar y estábamos tan novatos que pasaron varias semanas sin definir nuestras funciones. Al poco tiempo se unió a nuestra causa otro soñador, el aporto algo de dinero y se comprometió a trabajar a la par con nosotros y así los tres formamos un equipo. Uno se encargaba de las finanzas, el otro de la parte comercial y yo del desarrollo del software.

Comenzamos a hacer contactos, conseguir clientes y hacer negocios. Aperturamos cuentas bancarias, un par de tarjetas de crédito, compramos algunas otras cosas y la caja comenzó a registrar. Todo estaba sobre ruedas.

Al poco tiempo nos trasladamos a un local mucho más amplio, teníamos tanto trabajo que contratamos a más personas. Nuestras funciones cambiaron y nos volvimos más ejecutivos, teníamos ahora a tres asesores comerciales, un mercaderista, dos programadores, una secretaria y nosotros tres que ya pasamos a ser gerentes; un gerente financiero, un gerente comercial y yo, un gerente de desarrollo. Llegamos a facturar 8 millones en un mes, nunca habíamos manejado tanto dinero, estamos extasiados con nuestro éxito y en lo particular me sentía pleno, creía que había hecho realidad mi sueño de ser empresario.

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